Macià sonríe sin que el gesto le llegue a los ojos. Tenía una sonrisa tan luminosa y verdadera que siempre sabías cuál era su verdadero estado de ánimo. Y esta vez su ademán es postizo...

...No había noticias, mi abuela enloquecía por la ausencia de su hijo y ya no sabía a qué puerta llamar. Siempre esperó tu regreso, incluso en su lecho de muerte, desde donde te llamó hasta su último aliento.