...
28/02/2017
Dia de les Illes Balears: Intervención de la presidenta Francina Armengol
Dia de les Illes Balears: Intervención de la presidenta Francina Armengol
Autoridades,

Ciudadanas y ciudadanos de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera, y también los que vivís fuera de nuestras islas,

Nuestra tierra ahora hace ya 34 años consiguió fijar sus propias reglas de autogobierno. Pero nuestra historia juntos empezó a escribirse hace siglos.

La celebración del Día de las Illes Balears ha servido a menudo de pretexto para abrir un debate sobre la existencia de una identidad balear. Y demasiadas veces la pregunta se ha resuelto diciendo que esta identidad o no existe o es muy débil.

Se llega a esta conclusión porque casi todo el mundo se siente de Mallorca, Menorca, de Ibiza o de Formentera. Y, en cambio, cuesta más sentirse de las Illes Balears. Seguro que muchos de ustedes compartirán que llegamos a esta realidad porque hemos querido poner más énfasis en lo que nos separa que en lo que nos une.

Y no tiene que ser así. Este sentimiento de pertenencia a cada isla es totalmente compatible con la participación de un espacio común: las Illes Balears. Un espacio que se ha ido construyendo históricamente y que se ha vertebrado, sobre todo, a partir de la aprobación de nuestro Estatuto de Autonomía el año 1983, el hito que hoy celebramos y que tenemos que seguir construyendo, juntos, día a día.

El Día de las Illes Balears, por tanto, no rememora el nacimiento de un pueblo, ni ninguna batalla crucial, ni ninguna gesta heroica. Conmemora un elemento que, sin duda, ha contribuido a cohesionar nuestra sociedad, a hacernos partícipes de un proyecto colectivo. Conmemora nuestro autogobierno.

No quiero ahora pontificar sobre qué es sentirse de nuestras islas ni fomentar un falso patriotismo. Pero en días como hoy, cuando reconocemos el trabajo y el papel que han tenido destacados hombres, mujeres y entidades para hacernos mejores, es cuando más convencida estoy de la fuerza de nuestra identidad colectiva. La que suma la genialidad y el trabajo individual para transformarlas en hechos y sueños conseguidos colectivamente.

Negar que juntos somos más fuertes es utilizar un falso sentido crítico que nos debilita.

Hoy sólo puedo sentir orgullo de formar parte de esta comunidad. Orgullo de sentirme ciudadana de nuestras islas. Me emociona ser una más de una tierra con gente como Joan Veny i Clar o Maria del Mar Bonet, nuestras dos medallas de oro de este año, que nos permiten hablar con la cabeza bien alta de lo que somos.

Joan Veny i Clar, un enamorado de las palabras, representa la defensa de la lengua ante las presiones globalizadoras, la preservación de las particularidades que tenemos en cada uno de los territorios de habla catalana pero que, en su conjunto, forman una lengua propia de la cual nos tenemos que sentir orgullosos; orgullosos de tenerla y de utilizarla. Joan Veny es el talento, la sabiduría. Es la capacidad de investigación en el pasado y el presente para proyectarnos hacia el futuro.

Maria del Mar Bonet es nuestra cultura. Una mujer que, con el poder de su voz, ha conseguido que nos conozcan en todo el mundo como un lugar solidario y sensible, una mujer que ama sus raíces y que siempre tiene la puerta abierta a quien viene de fuera.

Maria del Mar Bonet es las Illes, es el Mediterráneo. Es la gente que salió a la calle hace pocos días para abrir las puertas de nuestra casa a los refugiados, con un espíritu que describen a la perfección estos versos de la Canço de fer camí, de Maria Mercè Marçal:

“Veniu, veniu, a la nostra barca,
les veles altes, el cel obert.
Hi haurà rems per a tots els braços
—i serem quatre, serem cinc!—
i els nostres ulls, estels esparsos,
oblidaran tots els confins.”

En estos tiempos inciertos en los que triunfa la demagogia y la soberbia y ganan los que quieren construir muros, aquí la gente sale a la calle para tender la mano.

Por eso se me enorgullece formar parte de una sociedad solidaria, que da un paso adelante para exigir un cambio en la política de acogida de los refugiados, que está cansada de ver cómo el Mediterráneo se convierte en un cementerio de inocentes mientras estados como el nuestro se lavan las manos.

Me satisface pertenecer a una sociedad diversa, que sabe fuertes sus raíces, a una sociedad que no quiere olvidar de dónde venimos. La misma sociedad que un día dijo: “què volen aquesta gent, que truquen de matinada”. Y que ahora, con la exhumación de fosas como las de Porreres, da un paso de gigante para romper la losa del silencio y recuperar la memoria de los que fueron cruelmente asesinados simplemente por defender la democracia.

Una sociedad, decía, que ama sus raíces pero que crece abierta al mundo. Plural, que valora la transparencia, que debate y que dialoga para encontrar las mejores soluciones a problemas que nos afectan a todos, que quiere más y mejor democracia.

Una sociedad que reacciona, que ha abandonado la condescendencia hacia un mal que se tiene que erradicar de raíz, como es el de la violencia machista. Y que suma cada día más hombres, mujeres y entidades al Pacto contra las Violencias Machistas que hemos promovido desde el Instituto Balear de la Mujer.

Una sociedad activa, que se moviliza ante las imposiciones, que lucha para impedir macroproyectos que no persiguen el interés general.

Una sociedad madura, que sabe distinguir cuando las instituciones dan la cara y cuando se ponen de perfil, que se indigna, que denuncia y que merece explicaciones por los casos de corrupción que tanto daño nos han hecho a todos y que todavía pagaremos durante muchos años.

Me honra formar parte de una sociedad moderna, que es capaz de adelantarse al futuro para afrontar cuestiones como la diversificación económica, la sostenibilidad de nuestro modelo productivo o de nuestro territorio, o el envejecimiento de nuestra población.

Me emociona ser parte de una sociedad que no se resigna, que no pierde la confianza en ella misma para superar los momentos difíciles. Una sociedad cohesionada, que es consciente de que tenemos que avanzar sin dejar a nadie atrás. Que tiene claro que la prioridad tiene que ser dar respuestas a los que más lo necesiten.

Joan Veny y Maria del Mar Bonet son exponentes claros de esta sociedad. Como también lo son los galardonados con el premio Ramon Llull. Vosotros representáis a un pueblo capaz de reivindicar nuestra memoria, de proteger nuestra tierra, de incentivar una economía más solidaria, de construir un sistema educativo y sanitario más justo o, incluso, de mirar a las estrellas para buscar el origen del universo. Hasta os habéis convertido en ejemplo de lucha y esfuerzo olímpico o habéis convertido vuestra vida en una vocación de servicio público.

Todos y cada uno de los premiados esta noche demostráis lo que podemos hacer juntos.

Como presidenta de las Illes Balears, me ha tocado dirigir un cambio de rumbo para hacer posible los sueños y los deseos de nuestra sociedad.

Ahora mismo vivimos un momento de crecimiento económico superior al de la media española y somos uno de los territorios donde más se reduce el paro. Y eso, que a algunos les habría bastado para sacar pecho, a nosotros no nos conforma. Las grandes cifras esconden realidades que tenemos que seguir afrontando.

Todavía son demasiados los ciudadanos que viven sin los recursos necesarios, que no tienen trabajo o que el que tienen es precario.

Porque ahora, a diferencia de lo que pasaba antes de la crisis, el simple hecho de crecer ya no garantiza que se reduzcan las desigualdades. La riqueza que se está generando no se está repartiendo lo suficiente. Nuestro objetivo principal no me cansaré de repetirlo es que nuestro crecimiento se convierta en más bienestar para todos, que se reduzcan las desigualdades, que podamos disminuir la pobreza. Y no pararemos hasta conseguirlo.

Y es cierto que avanzamos. Pero no al ritmo que querríamos ni con el alcance deseado. Por eso, creo que ha llegado el momento de exigir que se cambien las reglas del mercado laboral para conseguir mejores condiciones de trabajo que permitan desarrollar los proyectos vitales personales.

La crisis ha servido de excusa para desarrollar políticas que no tenían nada que ver con la solución del problema económico: recortar derechos no era para salir de la crisis; ampliar la desigualdad social no era para salir de la crisis; incumplir con el reparto de competencias no era para salir de la crisis. La excusa de la austeridad tuvo consecuencias que todavía duran y que provocaron que muchas personas quedaran malheridas.

Soy consciente de que esta crisis ha agravado los problemas de los más débiles: de los que tienen menos recursos económicos, de los que tienen un problema de salud mental, de los que tienen algún tipo de discapacidad, de muchas personas con un grado de dependencia elevado, de los niños que tienen alguna necesidad especial, de los enfermos crónicos, de los pensionistas, de las personas que no consiguen salir del paro, de los jóvenes que no encuentran su primer trabajo... En definitiva, de los más perjudicados por los recortes. Y hoy quiero agradecer públicamente a las familias, a los trabajadores públicos, a las asociaciones y entidades sin ánimo de lucro que durante estos años tan difíciles han mantenido la red social.

Y quiero anunciar que romper estas desigualdades e injusticias seguirá siendo la prioridad del gobierno que tengo el honor de presidir. Hemos actuado desde el primer momento. Y lo hemos hecho porque creemos en la política para transformar la sociedad, porque entendemos que las administraciones sólo tienen sentido si están al servicio de los ciudadanos, y porque tenemos claro que este es el mandato que nos dio la ciudadanía.

Puede parecer una paradoja, pero en un momento en el que el Estado autonómico se encuentra en fase de parálisis o de retroceso, aquí estamos demostrando que el autogobierno tiene más sentido que nunca, más utilidad que nunca.

Gracias a nuestro autogobierno, podemos contrarrestar políticas que recortaban derechos y servicios, que buscaban desmantelar “lo público”, que dejaban desamparados a los más débiles. Para nosotros el autogobierno es eso: dar soluciones a los ciudadanos. Y darlas desde aquí porque es aquí donde conocemos mejor nuestros problemas.

Ante los recortes, más estado del bienestar. Esta es nuestra respuesta. Para eso sirve el autogobierno.

Por eso nos hace falta más autogobierno: para mejorar la vida de los hombres y mujeres de nuestras islas. Pero no nos engañemos, si queremos más autogobierno también necesitamos una mejor financiación.

Todo el mundo sabe cuál es nuestra situación. Hemos sido una comunidad infrafinanciada históricamente y todavía lo somos. Y eso tiene efectos evidentes. Porque financiación significa profesores, médicos, personal de servicios sociales, más y mejores servicios públicos. Porque con más financiación podríamos combatir todavía más las desigualdades que se han generado estos años. Pero también estaríamos en condiciones de impulsar con más intensidad la innovación o la diversificación de nuestro modelo productivo. Nuestra exigencia es fácil de entender: queremos que nuestros ciudadanos tengan los mismos derechos y oportunidades que el resto.

Y para afrontar estos retos no basta con ser una sociedad moderna o madura. Sobre todo, tenemos que ser una sociedad unida, capaz de alzar la voz para reclamar los instrumentos financieros y legales adecuados para tomar las decisiones que necesita nuestro pueblo. Por eso quiero agradecer al Cercle d’Economia de Mallorca el impulso de la Plataforma por la Financiación, a la cual ya se han adherido más de 60 entidades de las Illes Balears. Esta es la fórmula: juntos para reivindicar lo que es justo al Gobierno de España.

Hace 34 años, con la aprobación del Estatuto de Autonomía, nuestras islas dejaron atrás décadas de represión y amargura y pudieron empezar a decidir aquello que querían ser. Y puedo decir, con la perspectiva del tiempo, que en ningún momento la ciudadanía tuvo vértigo de asumir esta responsabilidad. Al contrario, nuestra sociedad, cada una de las cuatro islas, ha recorrido un camino ascendente que nos ha llevado a momentos de gran prosperidad, ampliando las cuotas de autogobierno.

Este año, precisamente, se cumplen 10 años de la reforma más importante que ha vivido nuestro Estatuto. Una reforma que nos dotaba de más autonomía y nos confería la capacidad de disolver el Parlamento y de decidir cuándo queremos hacer las elecciones autonómicas. Una reforma que profundizó en la descentralización y que, con la creación del Consell de Formentera o el establecimiento de elecciones separadas para elegir a los representantes de los consells, consolidaba nuestro federalismo interior.

Diez años es tiempo suficiente para saber qué reformas seguimos necesitando. Lo que es evidente es que las obligaciones del Estado hacia las islas que marcaba el Estatuto no se han cumplido. Por eso hace falta una reforma profunda de la Constitución que asegure un estado social, federal, y reconozca la plurinacionalidad de España. Y es en este marco donde tendremos que alcanzar nuestra reforma estatutaria para eliminar algunos privilegios y, sobre todo, para avanzar en el blindaje de los derechos básicos de la ciudadanía.

Señoras y señores,

Nuestro proyecto de país lo construimos entre todos. Un proyecto social que busca, por encima de todo, la mejora de las condiciones de vida de nuestros ciudadanos, de todos, y en el cual la prioridad son aquellos que peor lo pasan. Un proyecto que persigue el desarrollo de un modelo económico sólido, solidario y sostenible; sostenible en el tiempo y sostenible para un territorio frágil como el nuestro. Un proyecto que tiene como base la inversión en educación y formación, que quiere adelantarse al futuro, que se prepara para afrontar los retos tecnológicos, las necesidades laborales o el envejecimiento de la población, con proyectos como el de Son Dureta. Porque, de las decisiones que tomemos ahora dependerá nuestro futuro.

Vivimos momentos confusos e inestables. En estos momentos, tenemos que ser más valientes que nunca y seguir juntos en el camino que nos hemos trazado. Tenemos que trabajar unidos para que el futuro sea el que necesitamos y nos merecemos como pueblo. Tendremos que superar obstáculos y no será fácil. Pero si tenemos los instrumentos para escribir nuestra historia, sería imperdonable renunciar a hacerlo por cansancio o desmoralización.

Nuestro papel en España, en el Mediterráneo, en el mundo, será el que nosotros queramos si sabemos unir esfuerzos. Estamos en un momento apasionante en el que todo es posible. Si lo desperdiciamos, nos lo reprocharán las próximas generaciones. Por tanto, es nuestra obligación asumir esta responsabilidad y afrontar los retos de ahora y de mañana.

Nuestro sueño no es rendirse delante de lo que se nos vende como inevitable. Nuestro sueño es hacer posible una realidad que queremos diferente.

Como dijo el profesor Joan Veny, “La nostra nit va ser molt llarga, però va sortir el sol, i ara cal esperar la plenitud del migdia. Quan somiam sols, només és un somni; però quan somiam junts, el somni es pot convertir en realitat”

¡Hagamos realidad nuestros anhelos!

Muchas gracias.